Por Mag. Marta Lescano

Desde mediados de la década del 90´ en la Argentina, y con algo de anterioridad en otras partes del mundo, se comenzaron a observar sistemáticas conductas adoptadas por miembros de la comunidad educativa que ponen en riesgo la salud física, intelectual o emocional de los participantes de la experiencia pedagógica.

En nuestro país desde 1997 los medios de comunicación comenzaron a registrar los hechos de violencia ocurridos en las instituciones educativas. Alumnos que llevan armas a la escuela y las usan dentro de sus límites. Robos de computadoras, televisores, aulas incendiadas por los propios alumnos. Alumnas que se cortan la cara con trinchetas. Profesores que atan con cinta adhesiva a sus alumnos. Actos que van desde el robo de bienes materiales a la agresión física de las personas que forman parte de la institución escolar también son parte del día a día escolar. Tanto en establecimientos públicos como privados, alumnos y docentes se ven envueltos en incidentes que dan lugar a agresiones verbales y lesiones físicas. Aquello que durante muchos años han sido bromas pesadas entre alumnos y pequeños actos de indisciplina hacia los profesores ha dado paso a lo que hoy se percibe como violencia escolar.

Las manifestaciones de la violencia en las instituciones educativas en la Argentina se insertan en el debate de los últimos años acerca de la falla de la escuela en cumplir con una de sus funciones primordiales: la socialización e incorporación de los individuos a la vida social activa. Como espacio de contención a la vez que normalizador de los individuos en tanto futuros ciudadanos la escuela enfrenta nuevos desafíos.

Después de décadas de fortísima expansión y democratización educativa, mantener y afianzar el carácter inclusivo de la escuela parece ser prioritario. Así, las medidas de atención a la diversidad, el aprendizaje de la convivencia, la educación en actitudes y valores, se muestran como acciones irrenunciables para la educación institucionalizada.

Adoptamos como primera definición de la violencia escolar, aquella que considera todo acto por el cual un individuo o grupo utiliza la fuerza física, armas o la coacción psíquica o moral en contra de sí mismo, de objetos o de otra persona o grupo provocando como resultado la destrucción o daño del objeto y la limitación o la negación de cualquiera de los derechos establecidos de la persona o grupo dentro de la comunidad escolar (Abraham y Grandinetti 1997).

En la mayoría de los casos resulta difícil negar que estemos en medio de una situación así definida, debido a la fuerza con que se expresa la violencia, a los efectos que produce en quienes la sufren, y por las actitudes que impone a quienes la ejercen. Más allá de que el modo en que se presente, o que lo haga como un desarrollo más o menos visible y paulatino, su génesis siempre es compleja y confusa. La violencia escolar se define por las características objetivas del mismo hecho violento, así como también por cómo es percibida por los sujetos involucrados.

A diferencia de la percepción que se tiene socialmente, los resultados de las investigaciones recientes no evidencian un aumento considerable en los hechos de violencia escolar año tras año, aunque sí señalan una estacionalidad en su ocurrencia. Las fluctuaciones en la frecuencia de ocurrencia de los hechos de violencia escolar podrían relacionarse con otros indicadores que hacen al entorno socioeconómico en el que está inmersa la escuela. Es decir, el aumento o la disminución de la violencia intraescolar podría deberse a las variaciones en las condiciones del entorno escolar, y a la porosidad de los límites entre estos dominios: la escuela, el hogar y el barrio.

El sistema educativo, desde sus inicios, ha asumido diversas formas y transformaciones en función del significado y rol que él mismo ha jugado en cada sociedad en momentos históricos diferentes. No ha sido ajeno al modo en que la cuestión social se plantea en cada sociedad, ya que las instituciones educativas aparecen con la función de impartir conocimientos a sectores restringidos de su población. La emergencia de comportamientos violentos en el contexto de la escuela resulta relevante como un nuevo problema social, y es en el sector público de enseñanza donde se ha señalado la emergencia del fenómeno, al menos con sus características más visibles y preocupantes. Esto no implica que, asumiendo otras formas y gestionada con otros recursos, la misma no se haga presente en los centros de gestión privada de enseñanza.

La similitud entre la distribución de los hechos de violencia y la distribución de los establecimientos escolares según sector, sugiere que la pertenencia a uno u otro sector no incide sobre una mayor o menor ocurrencia de la violencia escolar. Consecuentemente, este fenómeno parece ser independiente del sector al que pertenecen las escuelas.

Autores y víctimas 

Para la elaboración de este informe fueron relevados los artículos periodísticos publicados en las versiones digitales de tres periódicos argentinos (La Nación, Página/12 y Clarín) en referencia a casos de violencia ocurridos en el ámbito educativo. Los registros de los diarios demuestran que se trata de victimarios y víctimas individuales involucradas en los hechos de violencia intraescolar, lo cual permite descartar la presencia del fenómeno de pandilla o gang.

La pareja victimario-víctima de violencia escolar está compuesta frecuentemente por hombres, aunque las mujeres no están exentas. Se trata en la mayoría de los casos de agresiones entre alumnos, que tienen entre 13 y 18 años de edad.

Con respecto a las conductas antisociales vinculadas al rol del alumno, podríamos conjeturar que estamos en presencia del fenómeno de bullying. Los maltratos entre compañeros denominados bullying son situaciones en las cuales uno o varios escolares toman como objeto de su actuación injustamente agresiva, a otro/a compañero/a considerado más débil y lo someten, por tiempo prolongado, a agresiones físicas, burlas, hostigamiento, amenazas, aislamiento, etc. y se aprovechan de su inseguridad, miedo y dificultades personales para pedir ayuda o defenderse. A esto hay que agregar que la mayoría de los hechos violentos suceden en la escuela media y entre los varones adolescentes, lo cual nos hace suponer que se trata de un conflicto relacionado con el uso de la fuerza como forma de reafirmar la personalidad. Este tipo de violencia interpersonal es una de las causas directas de traumas psicológicos, riesgos físicos, ansiedad y problemas de personalidad en las víctimas.

Lo mencionado destaca la repetición en el tiempo, aunque en determinadas circunstancias se puede considerar agresión intimidatoria a una situación más grave de hostigamiento. En el contexto de las intimidaciones entre escolares, el objetivo suele ser un alumno individual. Puede ser un caso de acoso directo, ataques abiertos a la víctima y acoso indirecto, ataques en forma de aislamiento social y de exclusión deliberada de un grupo.

Las consecuencias de este tipo de violencia interpersonal pueden ser altamente nocivas para los agentes involucrados. Para la víctima, puede convertirse en motivos de trauma psicológico, riesgo físico, causa de profunda ansiedad, infelicidad, problemas de personalidad y, en definitiva, una serie considerable de insatisfacciones y riesgos innecesarios y lesivos para el desarrollo de cualquier individuo. También tiene implicancias escolares tales como el fracaso escolar y la pobre concentración, ausentismo, sensación de enfermedad debido al estrés que se manifiesta al llegar la hora de ir al colegio.

Para el agresor puede ser la antesala de una futura conducta delictiva, una interpretación de la obtención del poder a través de la agresión que podría perpetuarse en su vida adulta, una sobrevaloración del hecho violento como socialmente aceptable y con recompensa.

En relación a los espectadores, algunos toman parte de la victimización de forma activa y en ocasiones la actitud y comportamiento intimidatorio se convierte en una parte esencial de la relación entre iguales, una forma de insensibilización que los conduce a normalizar determinadas estrategias abusivas como medio de relación con otras personas.

Aunque la situación está lejos de ser catastrófica, la degradación del clima escolar resulta suficientemente preocupante. Nuevos son los desafíos que enfrenta el sistema escolar como instrumento de cohesión social y de integración democrática de los ciudadanos. Es tiempo de pensar políticas educativas preventivas y asistenciales a fin de evitar tanto la caída de las personas en situaciones de violencia extrema como su permanencia en ellas y los efectos que estas situaciones provocan.

Programa de intervención en situaciones de Bullying – Nuestra propuesta 

Frente a la creciente expansión de este fenómeno que afecta al contexto en el que los procesos de enseñanza-aprendizaje tienen lugar, nuestro programa de Educación para la Paz se centra en principios de respeto, empatía (como capacidad de colocarse en el lugar del otro), autonomía, reconocimiento mutuo de la igualdad y la dignidad, la promoción de la negociación y la mediación como vías para la resolución de conflictos, entre otros valores.

Creemos que como fenómeno psicosocial, no podemos abordar el bullying desde un solo aspecto, y para intentar emprender estas intervenciones buscamos la inclusión y participación de los factores más importantes que influyen en el escenario educativo.

A estos fines ideamos un plan estratégico de intervención en organizaciones educativas que se orienta a la detección, manejo y resolución de conflictos en situaciones de acoso escolar, situaciones que afectan al clima escolar, y en consecuencia a la calidad educativa.

Este plan consiste en la realización de talleres y espacios de intercambio destinados al tratamiento del tema, organizados en tres instancias:

Un espacio destinado al alumnado en el cual se relevarán datos que servirán para un posterior diagnóstico, además de intervenciones verbales y lúdicas, que permitan, a través de ejercicios vivenciales, transmitir los conceptos esenciales para el tratamiento del tema realzando los valores necesarios para un sano intercambio.

Como somos conscientes del esencial papel que juega el contexto familiar en los escenarios educativos, un segundo espacio estará destinado a un taller grupal con los padres y familiares de los alumnos, donde se podrá brindar la atención e información necesaria para que ellos también puedan ser agentes activos en los cambios necesarios.

Una tercera instancia está organizada en torno al cuerpo docente: en ella tendrá lugar la devolución de los datos analizados en los dos encuentros anteriores y el diagnóstico final. Además se trabajará en la búsqueda conjunta de los métodos de resolución en el caso de que fueran necesarios, y donde se puedan brindar herramientas y estrategias que aporten al mejoramiento y mantenimiento de un clima de convivencia pacífica.

Objetivos

A través de este plan de intervención directa e inclusiva nos proponemos:

  1. Desarrollar y fortalecer las capacidades humanas que permitan pensar en alternativas pacíficas para la resolución de conflictos, resaltando el valor del respeto por los demás.
  2. Reconocer la necesidad del encuentro con el otro, no solo para el logro de objetivos personales, sino y sobre todo para contribuir al bienestar del entorno social.
  3. Operacionalizar fallas: cambiar las actitudes negadoras o evitativas por una perspectiva equilibrada y realista que ayude a manejar con mayor completud y adultez las relaciones humanas.
  4. Reubicar a los participantes de los escenarios sociales para que cada parte asuma una actitud de responsabilidad y protagonismo, asumiendo así el propio control.
  5. Tomar conciencia de las creencias y esquemas con los que nos manejamos en nuestras relaciones intersubjetivas.
  6. Valorar la convivencia pacífica con los otros como un bien común de la humanidad que favorece el progreso, bienestar, entendimiento y comprensión, rechazando el uso de la fuerza, la violencia o la imposición, y apreciando los mecanismos del diálogo, del acuerdo y de la negociación en igualdad y libertad.

Contenidos

Las principales temáticas a abordar serán:

– Con alumnos: 

  1. Identidad. La importancia de ser nombrados, del autoconocimiento, la posición que ocupamos en los contextos en los que nos desarrollamos y nuestra actitud frente a las diferentes situaciones vitales.
  2. Convivencia. Conciencia de la alteridad, de la presencia de los otros, desarrollo de la capacidad empática, importancia de la vida en común y del papel que juega la tolerancia en este contexto.
  3. Emociones. Reconocimiento e identificación de los sentimientos para un mayor conocimiento de uno mismo y el manejo y expresión de los afectos.
  4. Responsabilidad. Asunción de conciencia sobre el compromiso a adoptar sobre nuestros actos y sus consecuencias. Detección de métodos para evitar la responsabilidad.
  5. Resolución de conflictos. Desarrollo de capacidades cognitivas que ayuden a pensar en alternativas pacíficas para remediar las dificultades y situaciones contradictorias. Lateralidad. Ganancia de autonomía en la posición frente a los problemas. Mediación y negociación.

– Con los padres y familiares: 

  1. Ambiente propicio: el clima familiar como factor fundamental en la adopción de posiciones frente a la vida. Educación en valores relacionados a la no-violencia.
  2. Comunicación: el intercambio sincero y libre de prejuicios como canal para la comunicación de las preocupaciones. La escucha como condición y como herramienta.
  3. Contención y límites: la importancia de los cambios que se consiguen con mínimas modificaciones en los vínculos.

– Con los docentes: 

  1. Cómo educar en valores. Promoción de espacios saludables, canales de comunicación abiertos, auténticos. Expresión sana y sincera de las emociones.
  2. Importancia de la posición a adquirir frente a situaciones de violencia. Peligros frente a la posibilidad de juzgar o tomar partido por una de las partes. El rol de depositario confiable de las preocupaciones de los chicos.
  3. El trato con niños y adolescentes. Dificultades en diferentes etapas vitales. Rebeldía y oposicionismo.
  4. Estrategias de continuidad en la disolución pacífica de los conflictos. Mantenimiento en el tiempo del plan para la reafirmación de los cambios conseguidos.

Metodología

El plan de intervención, en sus tres instancias, se valdrá de diferentes técnicas de tipo:

  • Verbales: charlas informativas y escucha atenta. Expresión de preocupaciones.
  • Gráficas: confección de un sociograma para el diagnóstico y tratamiento de la situación conflictiva.
  • Vivenciales: en este tipo de experiencias se utilizarán diferentes materiales que, a través de ejercicios lúdicos, permitan una mejor aprehensión de las principales ideas a transmitir. Ejemplo de ello son los ejercicios de “cadenas de nombre” y la “red de reconocimiento”.

Este documento fue construido por un equipo interdisciplinario conformado por profesionales de la Fundación FEPAIS; Mag. Marta Lescano (prácticas de enseñanza), Tomás Hengen (sociología), Sofía Hengen (psicología), Lic María Ruffini (psicopedagogía). 

Bibliografía

  • ABRAHAM, Claudia y GRANDINETTI, Rosalinda. (1997). Curso anual de especialización interdisciplinaria en violencia familiar. “Violencia escolar”. Mar del Plata.
  • Asociación Castellano-Leonesa pata la defensa de la infancia y la juventud. (2008) IX congreso estatal del maltrato infantil. Material preventivo: “Información para los alumnos” Word. Divulgativo.
  • AVILES MARTÍNEZ, José María. (2003). “Bullying: intimidación y maltrato entre el alumnado.” Stee-Eilas. Bilbao.
  • CEREZO, F (1992). “La dinámica bully-víctima entre escolares. Diversos enfoques metodológicos.” Revista de Psicología Universitas Tarraconensis.
  • FERNÁNDEZ, Isabel. (1999). Prevención de la violencia y resolución de conflictos. El clima escolar como factor de calidad. Narcea S.A. de Ediciones. Madrid.
  • FILMUS, Daniel. (2003). “Enfrentando la violencia en las escuelas: un informe de Argentina”. En: Violencia na escola: América latina e Caribe. UNESCO Brasilia.
  • Instituto Internacional de Planeamiento de la Educación. Informes periodísticos para su publicación. (2001). Nº 1. “Violencia en ámbitos educativos”. Sede Regional IIPE. Buenos Aires.
  • ORTE SOCÍAS, Carmen (2003). “Los problemas de convivencia en las aulas. Análisis del bullying”. Revista Electrónica Interuniversitaria de Formación del Profesorado, 6(2).

Bibliografía virtual: 

  • Guia infantil. “Acoso escolar o bullying” http://www.guiainfantil.com/educacion/escuela/acosoescolar/index.htm
  • Secretaría de turismo, cultura y deporte de Valencia. “¿Qué hacer ante el bullying?” www.cult.gva.es/orientados