¿Quién entre nosotros no ha tenido dudas alguna vez, sobre si lo que estaba haciendo con su cliente era lo correcto o no? Y después de plantearse la duda, ¿Cuál fue la acción que tomó?

Por Claudia Lalloz (MCC)


La idea de invitarnos a reflexionar sobre la supervisión en la práctica del coaching profesional está basada en años de experiencia personal durante los cuales he necesitado acudir a quienes tenían más experiencia que yo y me podían ofrecer alguna mirada diferenciadora sobre lo que me estaba aconteciendo en mi día a día en esta profesión.

Con el tiempo, pude ver que esto no sólo me ocurría a mí, sino también a otros coaches con experiencia. Y lo continué observando en las nuevas generaciones de coaches … entonces, ya resultaron muchas voces las que aclamaban por un S.O.S.   Coach.

Mientras más coches fueron saliendo al mercado, la importancia de supervisar incrementó. De una u otra manera, quedó en evidencia que la necesidad ya estaba marcada y que era preciso tomar posición. Ahora bien. ¿Nos estamos haciendo cargo de esta necesidad?

Puede que algunos sí y otros no. Puede también que haya quienes no saben que esto es una modalidad existente para promover una práctica profesional- y que toma como modelo otras disciplinas en las que supervisar es parte de su construcción.

Desde la mirada profesional considero importantísimo “tomar de nuestra propia medicina”. Para ello es necesario elegir a un maestro, aquél a quien le confiramos autoridad y pueda mostrarnos algo que solos no podemos ver. Alguien con quien mostrar nuestros  espacios de vulnerabilidad no pone en juego nuestro ser sino, por el contrario, lo fortalece.

Plantear la supervisión en el terreno del coaching nos trae a un espacio de RESPONSABILIDAD sobre el futuro de nuestra profesión.

Quizá pueda parecer dogmático, pero creo fervientemente en la construcción de una práctica profesional en la que – independientemente del tiempo que nos lleve- haya un camino que mostrar a las generaciones futuras de coaches.

La supervisión, insisto, es la RESPUESTA a una necesidad ya instalada. Qué hacer con ella, es nuestra decisión.

En estos espacios de aprendizaje, el objeto sobre el cual reflexionamos somos NOSOTROS, los coaches. Qué nos pasa, qué sentimos, quién estamos siendo en esa sesión en particular, con esa brecha concreta, frente a la emocionalidad que trae nuestro coachee.

  • ¿Es ético o no esto que me está planteando mi coachee? 
  • ¿Y si no compartimos los valores que para mí son innegociables, cómo actúo para seguir estando vigente y sentirme completo a la vez.

Supervisar tiene que ver con potenciar nuestras competencias para ganar presencia sostenida en el tiempo, para confiar y para revisar cuáles son nuestros miedos, nuestras conversaciones limitantes, para saber qué hacer cuando el volumen de lo que nos pasa adentro no nos permite desplegar la tan buscada- y no siempre encontrada- “impecabilidad”.

Al igual que en el proceso de coaching, existen coincidencias en relación al aprendizaje que nos genera: en primer lugar, la importancia de darnos el tiempo para declararnos incompletos con lo que estamos haciendo y querer desplazarnos hacia un espacio de mayor completud.

Así como a nuestros clientes les hablamos del Proceso, la supervisión también lo es, en tanto nos habilita a aprender a vernos a lo largo de la relación establecida con el cliente y en la deriva de las conversaciones sostenidas con él.

En segundo lugar, y al igual que observamos el impacto que los cambios de los clientes generan en sus entornos, aquí también podemos corroborar que el hecho de pedir supervisión beneficia al cliente ya que, el regreso a la siguiente conversación será nutrido y abonado con una mirada diferente, acontecida en el diálogo con nuestro coach supervisor.

El tiempo nos conecta con nuestra mejor versión. Darnos la posibilidad de cuestionarnos nuestro quehacer y de buscar otras miradas, hablar con nuestros maestros, nos para en un nuevo escenario de futuro.

La invitación es a reflexionar cuán disponible estamos como profesionales  para que lo que nos pase como coaches no quede en silencio sino cobre voz y sea escuchado más allá de los límites de nuestra zona de confort.