Claudia Lalloz Martín, Master Practitioner EMCC
CEO de Grupo Santalá

NOTA EN PERIODICO CAPITAL HUMANO
Capital Humano, Nº 382, Sección Crecimiento profesional / Artículos, Enero 2023, CISS

En este artículo Claudia Lalloz, Master Practitioner de EMCC, reflexiona sobre un caso concreto de intervención desde el Coaching en un ámbito poco frecuente: la prisión. Es una experiencia que nos habla del impacto contributivo del ejercicio de un Coaching con Conciencia empresarial Socialmente responsable.

Hablar de Responsabilidad Social Corporativa y Coaching es parte de la evolución de esta profesión, la cual, en los últimos años ha generado profundas transformaciones en nuestra sociedad. Las organizaciones han permitido en sus propios sistemas incluir a Coaches profesionales para impactar positivamente en temáticas tales como la diversidad, la multiculturalidad y la inclusión. De una u otra manera empresarios, coaches, mentores y consultores nos hemos ido convirtiendo en promotores e impulsores responsables de la evolución de nuestra sociedad.

De forma bidireccional todo sistema se perfecciona con buenas prácticas, de modo que, así como el coaching impacta en la sociedad, los resultados alcanzados en los procesos potencian los estándares de calidad de nuestra profesión.

Tal como las organizaciones socialmente comprometidas impactan en la generación de trabajo y calidad de vida, los coaches podemos preguntarnos también por nuestra propia contribución social, y en ese caso, genuinamente indagar sobre qué mundo estamos dejando que antes de nuestra intervención no existía. ¿Qué reflejamos de nosotros como profesionales cuando interactuamos con quienes se acercan a mejorar sus vidas para alcanzar sus sueños? ¿Cuánto nos dejamos atravesar por las penas y grandezas de nuestros clientes? ¿En qué medida ellos se convierten en nuestros grandes maestros?

Creo que desde nuestro SER profesional es mucho lo que podemos hacer. En mi caso personal contribuir con el coaching ha sido, es y será parte de mi propósito de vida. He elegido hacerlo desde espacios sociales en los que el coaching puede hacer una enorme diferencia: las cárceles, los hospitales, las familias y las escuelas. Hoy tengo la fortuna de ser educadora y transformar desde ese lugar. Lo que siga a partir de allí es el resultado de una buena siembra.

Una de las cuestiones con las que solemos encontrarnos es la creencia de que el coaching queda sesgado al ámbito empresarial; si bien las prácticas de coaching empresarial son numerosas, el impacto de esta profesión también puede potenciarse cuando la organización contratante tiene un compromiso genuino con la contribución social. Y allí el coaching es una disciplina aliada de la Responsabilidad Social Corporativa.

Como empresaria y coach puedo afirmar que ambos roles pueden complementarse y potenciarse de manera sistémica. La contribución social de un ejercicio responsable y comprometido del coaching en la sociedad ha sido un espacio de aprendizaje personal y profesional sin precedentes.

Las historias de vida que he contribuido a desarrollar durante mis últimos veintitrés años han dejado huellas en mí y me han conectado con la versión que como persona y profesional soy hoy. A ellas les debo mi pasado, por ellas trabajo en mi presente y para ellas diseño un futuro mejor. La única condición para que esto ocurra es crear y expandir la conciencia de una humanidad mejor en la que los coaches y empresarios somos simplemente aprendices a corazón abierto.

COACHING TRAS LAS REJAS DE UNA PRISIÓN

Jamás me hubiera imaginado hacer coaching en el ámbito de una prisión y, sin embargo, por esos designios de la vida, allí estuve: acompañando a quienes ya no tenían esperanzas de salir, cuyas condenas los condicionaban a un futuro de soledad y resentimiento.

Recuerdo el primer día que llegué —después de haber pasado numerosos controles de seguridad—, verme cara a cara con los prisioneros fue de alto impacto. Para mis adentros me decía: «Claudia, qué hacéis acá, mira cómo te miran!!! (y otras cosas más)», sin embargo, mi voz interior me llevaba al desafío… ¡a ver cómo te las arreglas! Los primeros encuentros fueron bastante difíciles porque el nivel de resistencia con el que me encontraba era muy alto. Las palabras fuertes, los insultos y las frases desesperanzadoras eran el pan de cada día… Sin embargo, pude resistir… Tenía en mi ADN de coach el ADN empresarial: salir adelante y seguir era lo que había aprendido. Mi compromiso social empresarial junto con la visión de un cambio posible eran mis fuerzas impulsoras.

Y en medio de ese contexto podía preguntarme ¿cuál era el verdadero sentido de tanta persistencia? La respuesta fue querer comprobar si el coaching funcionaba en ámbitos tan diferentes de aquellos en los que yo me movía con naturalidad: el mundo corporativo y el académico universitario. ¿Me movía solo eso o había algo más? ¿Qué me estaba motivando a semejante desafío? Puede ser que hoy le ponga el nombre de misión, propósito o simplemente convicción de poder ayudar. Lisa y llanamente ese desafío significaba tanto para mí como lo que paulatinamente fue significando para los prisioneros.

El tamaño de nuestro futuro termina siendo del tamaño de nuestros juicios

Recuerdo que una de las cuestiones más importantes en ese momento fue evitar conocer las historias por las cuales se hallaban allí. No quería que mis juicios o mis creencias fueran un impedimento al momento de conversar con ellos. Lo que resultó maravilloso fue que paulatinamente los que más se resistían al diálogo comenzaron a ver en mí una aliada, alguien que podía escucharlos sin juzgar. ¡Total ya habían sido sentenciados!

Surgieron en ese proceso historias de corazón a las que podría titular «El lado luminoso de los sentenciados». Poco a poco fueron quitándose las máscaras de hombres duros y rígidos para darles paso a los rostros de padres, hijos y abuelos. Quedaron atrás, al menos por un momento, su historial de asesinos, violadores o ladrones.

Viene a mi memoria el rostro marcado por la rabia de uno de los prisioneros que reconocía su angustia por el dolor que le había causado a su familia. Sus palabras eran de resistencia: «Nada de lo que me digas va a hacer que yo me perdone lo que le hice a mi mujer y a mis hijos, así que no tengo ganas de hablar… ándate». Por supuesto respeté su decisión y me quedé cerca sin invadir… Internamente era consciente de que él precisaba conversar, pero no podía hacerlo. Y aquella persona que inicialmente «transpiraba dolor», comenzó a acercarse y a participar. Meses después mientras me daba un abrazo que jamás olvidaré, me dijo: «Mi vida no tenía sentido, Claudia: Gracias porque recuperé mi razón de existir». Y ese fue el inicio de un hermoso proceso: podría llamarlo «Todos tenemos una nueva oportunidad».

La progresiva transformación que iba observando en cada uno de ellos también impactaba en mí generando beneficios secundarios que tampoco había imaginado. Quienes trabajamos como coaches y nos comprometemos con ayudar a las personas a encontrar su mejor versión, también somos mejorados en ese mismo proceso. Y gracias al devenir de historias fui mejor coach y una empresaria con mayor nivel de conciencia y responsabilidad social.

En ese árido y diverso contexto aprendí que entre ellos no todos los crímenes eran lo mismo y que los juicios que ellos tenían sobre sí mismos y sobre sus compañeros de prisión los limitaba puertas adentro mucho más que las sentencias que ya habían recibido.

Cuando gozamos de nuestra libertad somos conscientes de que muchas veces nuestros juicios son nuestras propias cárceles e inconscientemente nos convertimos en prisioneros del poder de lo que nos decimos. Paradójicamente somos tan duros con nosotros mismos como lo son los prisioneros que se juzgan sin piedad. El tamaño de nuestro futuro termina siendo del tamaño de nuestros juicios.

DESAFÍOS

Tanto coaches como empresarios somos conscientes del impacto que los juicios tienen en nuestra vida y hemos aprendido a desafiarlos a fin de observar qué nos es posible o no lograr en nuestras vidas a partir de los juicios en los que vivimos.

Los prisioneros, en cambio, desconocían al principio este poder de la comunicación y con total libertad y sin la profundidad del espacio reflexivo enfatizaban el dolor con su mismo lenguaje. Pasar de la falta de conciencia a la asunción de responsabilidad ejercida desde el lenguaje fue un aprendizaje de alto impacto: dejaron de ser víctimas de lo que expresaban para ser responsables de lo que estaban generando.

El impacto de esta profesión también puede potenciarse cuando la organización contratante tiene un compromiso genuino con la contribución social

Claro que su realidad se hallaba repleta de durezas, pero ellos se convirtieron desde ese momento en dueños de profundizarlas o alivianarlas. Como todo proceso de aprendizaje los resultados fueron afianzándose con el tiempo; progresivamente aparecieron el humor, el perdón, el compañerismo y casi naturalmente, el arrepentimiento.

Poco a poco pude comprobar cómo el lenguaje comenzaba a cambiar. Los prisioneros pasaban de tratarse con vituperios a respetarse y a hacer que su manera de conversar los llevara a vivir el día a día mejor.

En ese contexto la intervención comenzó a dar sus frutos: las conversaciones de no posibilidad se convirtieron en conversaciones para diseño de acciones. Surgieron pequeños emprendimientos en los que la economía personal benefició a las familias y la institución penitenciaria logró reducir la violencia interna en un 80%.

Como beneficios observables de este ejercicio responsable del coaching más de 40 prisioneros retomaron sus estudios y se volcaron a prepararse para convertirse en ejemplo de lo que era importante no hacer. Ahora sí era posible un futuro mejor, el cual, aunque distaba mucho de la «vida feliz», se aproximaba bastante a una mejor calidad de vida puertas adentro.

Quizá podamos preguntarnos ¿de qué felicidad y de qué futuro estamos hablando cuando nuestro interlocutor está condenado de por vida o tiene frente a sí unos 40 años sin salir? Fue un aprendizaje compartido. Requerimos compasión y empatía para darnos cuenta que lo que tanto trabajamos requiere de una dosis grande de gestión de realidad: la realidad de los prisioneros, mi realidad, nuestro nuevo vínculo, la realidad de las familias, de las parejas, de los hijos, de los abuelos.

Con los años he podido comprobar que la Responsabilidad Social Corporativa es un propósito en sí misma y que para existir sólo requiere de la nobleza de corazón y de acciones específicas de quienes estamos dispuestos a ejercer nuestro liderazgo expandiendo la conciencia para darnos la posibilidad de crecer con la misma fuerza que la vida nos arroja al desafío vital del auténtico encuentro con el otro.

BIBLIOGRAFÍA

Damián Goldvarg, Ana Luisa Escalante y Norma Perel, El ser y el Hacer del Coach. Perspectivas de veintiocho Master Coaches. Editorial Granica, 2022

Fredy Kofman, La empresa Consciente. Editorial Aguilar, 2007.