Por Claudia Lalloz, Máster Practitioner (EMCC) · VER NOTA EN CAPITAL HUMANO

Primero se habló de inteligencia emocional, luego de inteligencia artificial y ahora estamos frente a un nuevo paradigma: la inteligencia artificial socioemocional.

La interconexión entre los datos duros y nuestras habilidades blandas requiere de una permanente revisión sobre la manera de interactuar y de vernos a nosotros mismos.

 

Se ha abierto un intenso debate en la sociedad acerca del lugar que ocupa la inteligencia artificial (IA) en nuestras vidas y las consecuencias emocionales que genera. Décadas atrás escuchábamos con profundo interés sobre la importancia de la inteligencia emocional (IE) tanto a nivel individual como grupal. Progresivamente, fuimos aprendiendo e incorporando a nuestra cotidianeidad el conjunto de habilidades emocionales que nuestro entorno laboral y personal requerían.

Las organizaciones se comprometieron con estas nuevas necesidades y fueron incluyendo programas de formación y acompañamiento que fomentaron un estilo de liderazgo consciente. La gestión emocional, la empatía, el poder de la escucha y la comunicación efectiva comenzaron a ser parte del nuevo estilo de liderazgo que el mundo, a partir de ese momento, requirió.

Indudablemente, el terreno emocional sigue siendo un desafío, pero cobra mayor fuerza al entrar en escena el poder irrefutable de la inteligencia artificial.

Los cuestionamientos que se originan son tan profundos que, independientemente del nivel de cociente emocional que hayamos alcanzado, todos podemos sentir dudas sobre cómo la IA puede impactar en nuestra calidad de vida.

Preocupación, incertidumbre, ansiedad y temor son algunas de las emociones que surgen en este nuevo contexto, en el que el poder de la IA se instala sin pedirnos permiso.

Sea cual fuere el nivel intelectual o emocional que tengamos, existen cuestiones en las que las personas podemos conservar nuestro poder: decidir sobre nuestra identidad, elegir nuestros valores, vivir en coherencia y decidir qué tipo de relaciones queremos crear.

Ser inteligente implica tener la capacidad para procesar información, comprender, tomar decisiones y poder cuestionar las consecuencias que todo esto puede generar tanto en nuestras vidas como en las de los demás.

En ese sentido, las inteligencias emocional y artificial llegan a nosotros no como contrincantes irreconciliables, sino como aliadas de nuestro desarrollo personal y profesional. De manera complementaria, cada una de ellas nos brinda información relevante sobre nuestras formas de ser y de hacer.

¿Cuál es el papel de la IE en tiempos de la IA?

Para responder esta pregunta, partimos de la conceptualización que el antropólogo norteamericano Jamais Cascio ofrece sobre los entornos organizacionales de la actualidad. Según él estamos en tiempos de un mundo B.A.N.I(Brittle, Anxious, Non linear, Incomprenhensible). La fragilidad, la ansiedad y la incomprensión están a la orden del día y requieren de nosotros determinados comportamientos y fortalezas que nos permitan sobrevivir.

La fragilidad viene acompañada por esta sensación de falta de pertenencia, de compromisos endebles, de comportamientos fluctuantes. Está presente en la volatilidad de palabra y en el cambio brusco de ciertas decisiones sin mediar explicaciones.

En tiempos frágiles se necesitan comportamientos firmes, orientados a reconectar con la necesidad de seguridad. Cuando la IA sale a escena, la confianza individual no siempre la acompaña y es ése un aspecto que, desde el liderazgo, precisamos fomentar: un estilo de confianza que incluya flexibilidad y conexión con el aprendizaje. En definitiva, volvemos a traer a la empresa la importancia del autodominio emocional.

En lugar de temer un desplazamiento por parte de la IA, podemos preguntarnos: ¿Qué precisamos hoy aprender? ¿Cómo podemos sentir que no hemos perdido el control? El planteamiento primordial es darnos cuenta de que hoy, más que nunca, no podemos estar ciegos frente a lo que pasa a nuestro alrededor. Por tanto, debemos prepararnos para incluir la IA en nuestro ámbito emocional porque ella, con toda precisión, ya nos ha detectado.

En la actualidad, gran parte del interés científico se centra en reproducir e introducir la empatía humana en los sistemas informáticos gracias, entre otras cosas, a la inteligencia artificial, dando así lugar a los que se denomina «inteligencia artificial socioemocional» (IAS)

La IAS hace referencia a la aplicación de ciertas características socioemocionales humanas a la inteligencia artificial, ya sea a una entidad física o a un sistema de avatar. Más particularmente, a robots. Éstos, con sólo vernos, saben cómo nos sentimos y hasta son capaces de predecir qué nos puede llegar a pasar: leen nuestra ansiedad, nuestro estrés y pueden anticipar un posible burnout; estudian nuestros gestos y, en fracciones de segundos, nos dan un claro mapa de situación respecto de nuestra salud emocional.

Por otro lado, como pueden también leer los estados emocionales de nuestros interlocutores, corremos el riesgo de darles prioridad a dichos análisis, en lugar de asumir una actitud reflexiva sobre las dinámicas relacionales que construimos. Como todo en la vida, lo que hagamos con la IAS será nuestra decisión.

Inteligencia Actitudinal

Frente al nuevo paradigma IAS, en el que confluyen y se amalgaman la IA y la IE, precisamos desarrollar lo que vamos a llamar inteligencia actitudinal. Estamos haciendo alusión a nuestra capacidad de crear las condiciones necesarias para que los equipos y las organizaciones puedan elegir de un modo ecológico qué actitud tomarán frente a los nuevos hechos que van acaeciendo.

La inteligencia actitudinal requiere de un desarrollo consciente de nuestro mundo emocional y del mundo de los equipos de trabajo. Incluye la forma de relacionarnos y conversar; de conectarnos con la visión personal y organizacional y, fundamentalmente, de asumir la responsabilidad frente a quienes seremos en estas nuevas circunstancias.

Nuestra inteligencia actitudinal requiere tomar posición sobre:

Nuestras desconexión y reconexión:

Muchas veces sabemos de dónde queremos huir, pero no sabemos hacia dónde ni cómo ir. Es primordial que nuestra desconexión sea un comportamiento observable sobre el cual podamos diseñar estrategias para modificarlo.

El aislamiento, tan profundamente arraigado en algunas generaciones, impacta negativamente en nuestro bienestar. La vida empresarial no trata sólo de resultados económicos; debe incluir también el resultado sobre la calidad de vida de cada miembro, resultados en términos de salud y de vínculos de calidad.

Uno de los desafíos emocionales en estos tiempos es reconectar con nuestro ser social y recuperar la empatía, nuestra habilidad para conversar, para socializar y para disfrutar.

Nuestra inteligencia actitudinal puede marcar la diferencia y ser el puntapié inicial.

• Nuestros límites y la autorregulación.

Cuando aceptamos que la inteligencia artificial socioemocional existe para generar valor en nuestra vida y no es nuestra enemiga, pasamos al siguiente nivel: la autorregulación.

La mayoría de nosotros somos conscientes de que el caudal de datos que nos ofrece la IA puede desbordarnos y hacernos sentir que perdemos el control. Cuando esto ocurre nos asaltan emociones que son disfuncionales a nuestra calidad de vida y, progresivamente, perdemos el eje de lo que queremos lograr. No conseguimos autorregularnos y eso es una gran llamada de atención.

La falta de límites frente a la sobreinformación o a las soluciones inmediatas provenientes de la IA puede generar en nosotros niveles de estrés y ansiedad. ¿Qué papel juega entonces la IE en este contexto? Buscar el equilibrio, reconociendo cuál es el valor y el significado de los aportes de una y otra inteligencia en nuestra vida personal y organizacional. Precisamos graduar la intensidad con la que vivimos la conexión con la IA, ya sea con sus beneficios como con lo que creemos nos puede afectar.

En este sentido, la autorregulación fomenta el control de nuestros impulsos, permitiéndonos actuar con mayor claridad y conciencia frente a la sobreabundancia de información

• Decisiones y resultados

Derivado de ese nivel de conciencia, ambas inteligencias confluyen sinérgicamente a la hora de tomar decisiones. El aporte de datos, más la capacidad individual de regular qué hacer con ellos, fomenta el equilibrio necesario que facilita decidir con prudencia y dirección.

La habilidad emocional se ve, en ese caso, facilitada y enriquecida por la IA, pudiendo analizar en menor tiempo mayores variables al momento de tener que decidir.

Si lo vemos estratégicamente, también podemos considerar el impacto en el dominio de la eficacia, pues se acorta el tiempo y se reducen las posibilidades de error. ¿Acaso esto no nos conecta con algo tan buscado como la efectividad?

Quienes pretenden ignorar la sinergia que existe entre ambas inteligencias pueden correr el riesgo de quedarse fuera de competencia. El temor por incluir a la IA en el mundo de los negocios puede socavar los resultados que se pretenden alcanzar.

Es probable que algunos líderes se sientan preocupados y desconfíen de la IA, o vean en ella un enemigo potencial. Las inseguridades pueden contrarrestarse con información, preparación y, lógicamente, con un proceso de transformación.

Es indudable que la IA facilita el crecimiento de las organizaciones, permitiendo a los líderes procesar mayores datos para tomar decisiones y tener un contacto más directo con los clientes.

Innovación, flexibilidad y creatividad

Es innegable que la IA es una aliada estratégica en cuanto a la creatividad. En fracción de segundos y con una instrucción precisa podemos lograr resultados asombrosos, innovadores, que nos ayudan a trabajar de una manera absolutamente original.

En los entornos BANI, la flexibilidad es una habilidad esencial. La IA viene a desafiar nuestras maneras de trabajar y de alcanzar resultados. Hoy más que nunca el cambio requiere de nuestra inteligencia actitudinal.En definitiva, somos nosotros, desde nuestro espacio de asunción de responsabilidad, los que precisamos hallar nuevas respuestas a esta nueva versión de nuestra realidad.


Referencias

https://www.unesco.org/es/artificial-intelligence

https://www.lanacion.com.ar/economia/negocios/dos-caras-de-la-misma-moneda-inteligencia-artificial-vs-inteligencia-emocional-nid19022023/

Miguel Benasayag, Ariel Pennissi, La inteligencia artificial no piensa (el cerebro tampoco), Editoral Prometeo.

Juan Corvalán, Perfiles Digitales Humanos, Ed. La Ley.